Propinas ¿si o no?


Uno de los puntos más espinosos en la economía doméstica es la gestión de las propinas. Esas monedas que dejamos como regalo después de un buen servicio en un bar, una cafetería o una buena cena en un restaurante…

A priori
no es mucho dinero, sólo son unos pocos céntimos o algunos euros en el caso de grandes facturas, pero al fín y al cabo, es dinero que podemos destinar perfectamente a otros menesteres caseros. La propina es un gesto que está muy arraigado a determinadas zonas geográficas y actividades comerciales y romper con esta costumbre es complicado.

Realmente no me desagrada dejar propinas, pero me he dado cuenta que en el último mes he dejado casi cinco euros como propinas sin consumir fuera de casa de manera excesiva. En el fondo, para los camareros y profesionales de la hostelería, la propina suele ser un extra, un sobre sueldo y a ellos, como a cualquiera les viene de perlas.


Por contra, el mejor servicio y la gratitud por el mismo se demuestra volviendo a ese sitio, no dejando unas monedas como propina. La fidelización del cliente, volver a consumir otra vez y a mejorar las ventas de ese local, será siempre más fructífero que unos céntimos.

Si nos convertimos en clientes más asiduos, a la larga, nos lo agradecerán más, tanto los camareros como los propios dueños ¿Qué opináis vosotros de las propinas?